Santo Tomás figura en la lista de los que negaron la Inmaculada
Concepción de María, por no conseguir armonizarlo con el dogma de la redención
universal de Cristo. Quizás Dios lo permitió así –afirma el P. Royo Marín– para
recordar que la luz definitiva no la pueden dar los teólogos, sino el
magisterio de la Iglesia, asistido directamente por el Espíritu Santo.
Sin
embargo, el erro de Santo Tomás es más aparente que real. Él lo aceptaría de
inmediato si hubiera vislumbrado la solución de que María sí fue redimida. La inmaculada que él rechazó
(creada sin pecado, pero nunca redimida), sería una doctrina inaceptable
incluso en la actualidad.
Durante toda su vida, el Aquinate buscó la solución del problema, pues
su corazón le empujaba a proclamar el privilegio mariano, pero su sinceridad
intelectual no encontraba como armonizar con el dogma de la universalidad de la
redención.
Por eso, cuando se deja llevar del impulso de su corazón, parece
proclamar el privilegio de María[1]. Pero cuando se abandona
al frío razonamiento de la especulación científica, se siente coartado a
manifestar lo contrario[2].
Lo último que escribió
sobre este asunto, poco antes de morir, fueron las siguientes palabras en su
comentario al Ave María[3]:
«La Santísima Virgen María fue purísima en cuanto a la culpa, porque no incurrió ni en el pecado original,
ni en el mortal, ni en el venial»[4].
[1]
La pureza se entiende por oposición a su contraria; por lo mismo, puede
encontrar cosa creada tan pura que no pueda haber otra más pura entre las cosas
creadas, si no fue manchada por el contagio del pecado; y tal fue la pureza de
la Santísima Virgen, inmune del pecado
original y del actual» (In I Sent.
dist. 44 q. I a.3 ad 3).
[2] Tal ocurre en la Suma Teológica
III, q. 27, 1-2.
[3] Expositio super
salutationem angelicam. Este comentario, ciertamente auténtico, de Santo Tomás
–como ha demostrado el P. Mandonet–, lo escribió el Doctor Angélico al final de
su vida, en abril de 1273. Santo Tomás murió el 7 de marzo de 1274. (Cf. Rossi,
J. F. C.M., en Divus Thomas [Pl.]
[1931] pp. 445-479)
[4] Cf. Royo Marín, Antonio. Jesucristo y la vida cristiana. Madrid:
BAC, 1961, p. 221.
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