segunda-feira, 27 de junho de 2016

La Inmaculada Concepción en Santo Tomás de Aquino



Santo Tomás figura en la lista de los que negaron la Inmaculada Concepción de María, por no conseguir armonizarlo con el dogma de la redención universal de Cristo. Quizás Dios lo permitió así –afirma el P. Royo Marín– para recordar que la luz definitiva no la pueden dar los teólogos, sino el magisterio de la Iglesia, asistido directamente por el Espíritu Santo. 

Sin embargo, el erro de Santo Tomás es más aparente que real. Él lo aceptaría de inmediato si hubiera vislumbrado la solución de que María sí fue redimida. La inmaculada que él rechazó (creada sin pecado, pero nunca redimida), sería una doctrina inaceptable incluso en la actualidad.

Durante toda su vida, el Aquinate buscó la solución del problema, pues su corazón le empujaba a proclamar el privilegio mariano, pero su sinceridad intelectual no encontraba como armonizar con el dogma de la universalidad de la redención. 
Por eso, cuando se deja llevar del impulso de su corazón, parece proclamar el privilegio de María[1]. Pero cuando se abandona al frío razonamiento de la especulación científica, se siente coartado a manifestar lo contrario[2].
Lo último que escribió sobre este asunto, poco antes de morir, fueron las siguientes palabras en su comentario al Ave María[3]:

«La Santísima Virgen María fue purísima en cuanto a la culpa, porque no incurrió ni en el pecado original, ni en el mortal, ni en el venial»[4].


[1] La pureza se entiende por oposición a su contraria; por lo mismo, puede encontrar cosa creada tan pura que no pueda haber otra más pura entre las cosas creadas, si no fue manchada por el contagio del pecado; y tal fue la pureza de la Santísima Virgen, inmune del pecado original y del actual» (In I Sent. dist. 44 q. I a.3 ad 3).
[2] Tal ocurre en la Suma Teológica III, q. 27, 1-2.
[3] Expositio super salutationem angelicam. Este comentario, ciertamente auténtico, de Santo Tomás –como ha demostrado el P. Mandonet–, lo escribió el Doctor Angélico al final de su vida, en abril de 1273. Santo Tomás murió el 7 de marzo de 1274. (Cf. Rossi, J. F. C.M., en Divus Thomas [Pl.] [1931] pp. 445-479)
[4] Cf. Royo Marín, Antonio. Jesucristo y la vida cristiana. Madrid: BAC, 1961, p. 221.

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